Negocio sobre ruedas

Fecha de Publicación
Junio 17 de 2024
Categorías:
Comunicación Social
Etiquetas:
Desde el barrio
Negocio sobre ruedas

Son las siete de la mañana y don José Pabón ya está instalándose en su puesto de trabajo, ubicado en la cl. 67 #2-87. En ese instante llego yo... (Foto: Angie Lorena Vargas)

Para este día infortunadamente no pudo llevar todos los productos habituales, cuenta don José mientras abre los costales sucios y mojados, el precio ha aumentado el doble y lo que podía comprar con 500 mil ya no alcanza, “me toca comprar lo que esté más barato para que aquí también la gente me colabore”; es crítica la situación por la que atraviesa este hombre...

Negocio sobre ruedas

 
Por: Angie Lorena Vargas, estudiante de Comunicación Social, UdB. 

Una mañana tranquila, cubierta de un manto gris que llora sobre la capital boyacense, característica particular de Tunja. Son las siete de la mañana y don José Pabón ya está instalándose en su puesto de trabajo, ubicado en la cl. 67 #2-87. En ese instante llego yo; al principio pensé no encontrarlo por la lluvia, pero, él ya estaba estacionado allí en su camioneta. Él es vendedor ambulante y su espacio de trabajo es el platón de la camioneta; lleva productos que ha comprado previamente en la plaza de mercado del sur de la ciudad, empieza a acomodar en medio de los bultos una sombrilla para evitar el sol y en este caso la lluvia, aunque el clima no es inconveniente mientras no sea fuerte. Me brinda un saludo muy cordial y pregunta que deseo, sin embargo, le explico mi labor y que lo acompañaré en su día de trabajo; él no tiene ningún problema y me da la bienvenida. Los productos que normalmente lleva para comercializar son: papa pastusa, papa criolla, arveja, cebolla, cilantro, zanahoria, arracacha, limón, ajo, entre otros. 

Para este día infortunadamente no pudo llevar todos los productos habituales, cuenta don José mientras abre los costales sucios y mojados, el precio ha aumentado el doble y lo que podía comprar con 500 mil ya no alcanza, “me toca comprar lo que esté más barato para que aquí también la gente me colabore” es crítica la situación por la que atraviesa este hombre; sin embargo, la charla queda hasta ahí, llega el primer cliente, es una mujer alta, abrigada con chaqueta verde y gorro de color azul; además sujeta una sombrilla negra y grande en la mano derecha. 

Lleva productos que ha comprado previamente en la plaza de mercado del sur de la ciudad.

Al parecer es una compradora que frecuenta ir porque el saludo y la charla es muy amena, lo cual, demuestra que se conocen hace tiempo. Ella compra cilantro, este es muy verde con algunas hojas perejil y otras espigadas, la raíz está muy limpia posiblemente fue lavada antes de llevarla al mercado. También agrega ajo, limones con un color verde muy vivo, una libra de papa pastusa y una libra de arveja chura; don José le empaca estos productos, hace la cuenta y ella procede a pedirle rebaja, pero, don José se niega, la situación está delicada, no obstante, le encima otros dos limones un poco amarillos pero precisos para una limonada porque asegura que están jugosos. La señora le agradece, paga y se despide.

Don José acomoda el dinero y empieza a desgranar arveja para vender, sus manos son de un color de piel trigueño, gruesas, arrugadas y robustas, un poco maltratadas por el trabajo que realiza, le colaboro y mientras pasa el tiempo le pregunto: ¿cuánto tiempo lleva trabajando ahí? y ¿por qué trabaja como comerciante? Se genera un ambiente silencioso, pero, don José rompe ese silencio y me comenta que trabaja ahí hace año y medio, es lo único en lo que le ha ido bien y en lo que puede trabajar porque ha pasado hojas de vida en muchos lados, sin embargo, por la edad en ningún lugar le dan trabajo a pesar de tener los títulos de chef y administrador. En este momento para la conversación pues llega otro cliente:

- Vecinito ¿tiene criolla?

- No, vecinito, está muy costosa y no pude traer.

- Entiendo, entonces me vende dos libras de papa pastusa por favor…

Don José lo atiende de una forma muy amable; en seguida, se despide y continúa desgranando arveja, al terminar la empaca en bolsas y la pesa por libras para que todos los paquetes queden igual, pasa un joven, al parecer salió de clases pues lleva la maleta cargada, parece pesada, de igual forma porta el uniforme; él pregunta por el precio de la arveja y luego se va. Así se sigue desarrollando el día de don José, unos compran, otros solo preguntan y se van, algunos prometen volver, etc. Mientras atiende, observo detenidamente la cordialidad que mantiene con la gente, luego prosigo a hacer cualquier comentario para hacer sentir mi presencia y él sigue trabajando. No se queda quieto en ningún momento, organiza su espacio, pesa la papa en bolsas, escogiendo la más bonita y gruesa para sus clientes, limpia los limones para que mantengan el brillo y verdor llamativo que los caracteriza o le quita la raíz y el barro a la cebolla; como quien dice, maquilla sus productos. Es un hombre muy ocupado a pesar de las inclemencias del tiempo.

Todo transcurre con normalidad hasta que llega otro comprador, pide cebolla y dos libras de papa y al conocer el precio le dice “por qué tan caro” se molesta y no lleva nada, se va. Don José de todos modos le agradece, los ojos bajan y la expresión en el rostro entristece ya que, las ventas habían estado bajas y una comprita no le caía mal, el silencio lo dijo todo. Después de este suceso, empieza a llover más duro y la única alternativa es tapar sus productos con un plástico negro que carga en el interior del carro y entra debajo de una carpa mientras baja la lluvia. Al lado de él también se encuentra un hombre vendiendo aguacates, son amigos de hace mucho tiempo, por ello, se apoyan para trabajar juntos en esta calle. Las ventas bajaron bastante y el tiempo corre, ya va a ser medio día y don José no ha podido vender más. 

Al ver la tempestad de agua don José se sube al carro, recoge todo y se va, excusándose y diciendo que la lluvia no parará tan pronto y la gente por el clima no sale a comprar nada, por ello, la mejor decisión es irse. De antemano le agradezco por haberme permitido acompañarlo y también me voy de regreso a casa, un poco pensativa por la situación de don José y la grosería de algunas personas que no comprenden el valor de los productos. Por otro lado, aprecio mucho el trabajo de él porque es una persona honesta que no para de trabajar y lucha día a día para conseguir un sustento.

 

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