El deber es votar, pero a conciencia

Fecha de Publicación
Agosto 23 de 2021
Categorías:
Comunicación Social
 Voting - Por: Element5 Digital

Los partidos políticos están definiendo a sus candidatos. Nuestro deber es votar, pero a conciencia. El futuro es de todos. Lee las propuestas con cuidado y vota.

Por: Mateo Eduardo López Ramírez

“Podría parecer que es la dichosa ´mermelada´ la culpable de este embrollo, pero los políticos untados son solamente la consecuencia del problema, la punta del iceberg”.

Desde las primeras lecciones de Ciencias Sociales en la escuela nos hablan de la democracia, el sistema de gobierno por excelencia. Derivada de los vocablos griegos “demos” (pueblo) y “kratos” (fuerza o poder), la democracia es la utopía de un estado perfecto, una nación perfecta. Como diría Abraham Lincoln: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. No sabía ese hombre cuánta razón tenía.

¿Ofende si digo que, al menos en cuanto a democracias participativas y representativas refiere, cada país del mundo tiene lo que se merece? Es de los mismos ciudadanos de donde salen los votos, de donde los gobernantes son electos. El gobierno que surge del pueblo puede, con el tiempo, volverse un calvario por y para el pueblo. No es algo nuevo que las personas escojan a un representante, por norma general con complejo y discurso mesiánicos, que solo termine siendo otro más en la lista de incompetentes y tiranos. Ha pasado desde que el hombre empezó a elegir a sus líderes, y va a seguir pasando.

¿Por qué ocurre esto? ¿Acaso es la corrupción? Podría parecer que, en efecto, es la dichosa ´mermelada´ la culpable de este embrollo, pero los políticos untados son solamente la consecuencia del problema, la punta del iceberg. El auténtico origen del gran fracaso actual de la democracia reside en el demos mismo. En el pueblo, en las personas. En su falta de adultez y educación.

Muchos creen que la adultez llega con la mayoría de edad, con los dieciocho (o veintiún) años. Otros opinan que eres un adulto cuando consigues un trabajo, ganas un sueldo y pagas impuestos. Nada más alejado de la verdad: la verdadera adultez llega cuando entiendes por primera vez que debes tomar decisiones. Decisiones para ti, tu familia, tus amigos, tu vida, tu país y el mundo que te rodea. Lo que sea que elijas, sin importar qué, deberá estar acompañado por una acción inmediata. Y esta acción, a su vez, trae consecuencias, buenas y malas, y debes aceptarlas con responsabilidad. Eres adulto cuando entiendes eso.

Pero las personas le temen a la toma de decisiones. Le temen a la libertad que llega con la adultez. El filósofo Jean-Paul Sartre afirmaba que el hombre le tiene pánico a la libertad y la responsabilidad que viene con ella, puesto que con sus acciones está configurando el futuro mismo: altera el destino del mundo, cambia la realidad, transforma su entorno y, cuando las inevitables consecuencias se hagan presentes, el hombre tiende a lavarse las manos y la conciencia de su responsabilidad. En el fondo, sin embargo, siempre sabrá que todo lo que ha ocurrido es a causa suya, y de nadie más.

Por lo anterior dicho, es más fácil vivir como un esclavo, como alguien sin libertad ni conciencia. Dejar que otros tomen las decisiones, disfrutar si todo sale bien y quejarse si sale mal es una actitud muy común en los tiempos actuales. A su vez, este es un perfecto reflejo de la fallida democracia. Las personas votan, sí, pero no a conciencia. No están tomando decisiones realmente, no se preocupan del futuro del país en verdad. Eligen por pura inercia social a sus líderes. Votan para que no puedan culparlos de omisión, y aprovechan el anonimato que ofrece el sufragio para evadir cualquier responsabilidad por lo que ocurra desde el momento en que depositen su elección en la caja.

¿Acaso hay solución para esta situación? La hay, pero no es una fórmula universal que pueda aplicarse sin ningún tipo de esfuerzo ni sacrificio. Requiere que todos se esfuercen, que pongan de su parte. Que las personas entiendan, en general, que el futuro es por y para la humanidad, sin excepciones. ¿Cuál es? Simple: educarse, interesarse, votar.

Lo primero es lo primero. Nunca hay que cometer el error de generalizar y poner a todos los candidatos electorales en el mismo caldero. Naturalmente, en los tiempos que corren es difícil no estar rodeado de corrupción sin mancharse, aunque sea un poco. Pero es una falacia el creer que no hay personas con buenos ideales, que no hay líderes. El primer paso a dar, entonces, es identificar a esos buenos gobernantes. Maquiavelo decía “la reputación de un hombre se define por sus compañías”, y a lo anterior podría añadirse sus actuaciones.

Busquemos a aquellos candidatos cuya reputación sea, dentro de lo posible, positiva. Esos que se rodean de personas expertas, que trabajan por y para el pueblo, que no adornan sus discursos con palabras detrás de las palabras. Esos que hablan con hambre de verdad y sed de justicia. 

Tan erróneo es generalizar como no escuchar a la contraparte, así que lo segundo a tener en cuenta es mantener presentes todas aquellas buenas ideas que surjan, sin importar quién las haya dicho, tal y como recomendaba Santo Tomás de Aquino. A veces, las mejores ideologías surgen de donde menos se esperan. Por ello, es importante leer y escuchar siempre a la contraparte desde una posición crítica y analítica.

Y, finalmente, hay que evitar a cualquier costo el fanatismo. Las ideologías se convierten fácilmente en dogmas que, a su vez, llevan a posturas radicales e inamovibles. Y el fanatismo ciego lucha contra la búsqueda de la verdad. Por más que creamos en estar en lo correcto, jamás hay que olvidar que la razón siempre debe primar, que hay otros pensamientos distintitos a los nuestros. Y, aunque nuestros métodos difieran, siempre es mejor cooperar y trabajar unidos en pro de un objetivo en común.

Actualmente, los partidos políticos colombianos están definiendo a sus candidatos para las elecciones presidenciales del año 2022. Aunque es temprano para definir la intención de voto, es momento que todos tengamos en cuenta estos tres pasos, que los vayamos practicando. Es hora de que nos demos cuenta que, cuando llega ese momento, ya no somos nosotros mismos, sino que nos convertimos en algo más grande. Somos y decidiremos el futuro de Colombia. Todos nosotros. Por tanto, nuestro deber es votar, pero votar a conciencia. 
 

Compartir