Jhon León: dejar el alma en cada paso

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Perfiles
Jhon León: dejar el alma en cada paso

Durante su primera década como maestro, Jhon León encendió en numerosos jóvenes la pasión por la danza folclórica y moderna, convirtiendo el escenario no solo en un lugar de presentación, sino también en un refugio.

Su legado no está solo en los pasos aprendidos, sino en las vidas que ayudó a construir.

Por: Catalina Coronado. 

Jhon León

El maestro Jhon León.

En los pasillos del colegio, cuando cursaba sexto grado, Jhon León encontró el camino que transformaría para siempre su destino. Allí conoció a la profesora Carmen, organizadora de la Guabina Chiquinquireña. Ella, con firmeza, le pidió que no dejara de bailar y le aseguró que tenía un gran futuro. Fue entonces cuando Jhon decidió seguir ese impulso, sin imaginar que aquel consejo marcaría el inicio de una carrera dedicada a la danza.

Con el tiempo, su gusto se transformó en pasión, y esa pasión, en disciplina. Jhon recuerda que, al proponerse metas concretas en el baile, lo que antes solo observaba desde afuera comenzó a fluir con naturalidad. “Amo lo que hago”, afirma con convicción. Su primera gran oportunidad llegó al salir del país junto a la Academia de Danza Ritmo y Movimiento, con la que participó en su primera gira internacional en México. Allí vivió uno de los reconocimientos más significativos de su trayectoria. Otro momento especial fue ser invitado a bailar en el homenaje al maestro Óscar, quien fue su director durante muchos años. Convertirse en el bailarín principal de Chiquinquirá consolidó una certeza: la danza sería su vida.

Así lo recuerdan algunas de sus alumnas: “Es un profesor estricto, pero al mismo tiempo comprensivo y dedicado. Siempre está presente, motivándonos y recordándonos que no hay que dejar de luchar por los sueños, por difíciles que parezcan”, comenta María José Poveda. “Es un segundo padre para sus alumnos, un hombre de respeto y admiración total”, resalta Ana María Amaya. 

No obstante, su historia no estuvo libre de retos. Comenzar como profesor, soñar en grande y llegar a escenarios internacionales supuso un recorrido largo y exigente. Tuvo quedemostrarle a su familia y a muchos otros que de la danza sí se puede vivir. Para Jhon, enseñar no es un pasatiempo: es un acto vital. 

Uno de sus mayores obstáculos fue el económico. Las salidas, vestuarios y viajes requerían recursos que no siempre estaban disponibles. En muchas ocasiones, trabajó en lo que fuera necesario para que sus estudiantes pudieran presentarse en escena. Con esfuerzo y amor por lo que hacía, logró mantenerse y continuar.

Hoy, diez años después de aquel comienzo, su proyecto más grande, la Academia de Danza Ritmo y Movimiento del municipio de Togüí, Boyacá, es un semillero de talento y un espacio de formación humana. Su sueño inmediato es consolidar una academia privada autosostenible, independiente de los contratos municipales, con la meta de llevar nuevamente su arte a Europa y mostrar la riqueza cultural de Colombia.

Más allá de los reconocimientos, Jhon desea ser recordado como una persona humana, un maestro respetuoso y alguien que impulsó la identidad cultural, logrando que sus alumnos se sintieran orgullosos de lo que hacían. “Un profesor que lo entregó todo”, resalto Jhon. Sus alumnos y padres de familia encontraron en él a un maestro que nunca dejó de creer.

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