Entre silbatos, tizas y balonazos

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Perfiles
IMAGEN CAPTURADA EL 25 DE MAYO DE 2015 EN TUNJA, BOYACÁ. A LA IZQUIERDA, EL PROFESOR GONZALO HERNÁNDEZ.

Desde niño, el fútbol fue la pasión que acompañó a Gonzalo. Primero lo vivió como jugador, pero una lesión en el tobillo lo llevó a cambiar de rumbo. Lo que parecía un final se transformó en un nuevo comienzo cuando un amigo le sugirió ser árbitro.

Conciliar estos dos caminos no fue sencillo, pues los partidos solían cruzarse con sus obligaciones académicas.

Por: Felipe Gordillo

Desde niño, el fútbol fue la pasión que acompañó a Gonzalo. Primero lo vivió como jugador, pero una lesión en el tobillo lo llevó a cambiar de rumbo. Lo que parecía un final se transformó en un nuevo comienzo cuando un amigo le sugirió ser árbitro. Así ingresó al Colegio de Árbitros de Boyacá, donde inició una carrera que lo marcaría para siempre.

Su debut se dio en un amistoso universitario en la UPTC, aunque pronto enfrentó escenarios más complejos. Recuerda especialmente un partido en Girardot entre Atlético Huila y Girardot Fútbol Club, donde la tensión, las jugadas polémicas y la presión del ambiente lo hicieron comprender que arbitrar es mucho más que aplicar reglas: es mantener el equilibrio entre el orden y la emoción.

El arbitraje también dejó huellas en su otra vocación: la docencia. Como profesor de matemáticas, Gonzalo aprendió a trasladar a las aulas la disciplina, la firmeza y la capacidad de tomar decisiones rápidas. Para él, ambas pasiones —enseñar y arbitrar — son lenguajes distintos que comparten la misma esencia: resolver problemas y guiar a otros. 

Conciliar estos dos caminos no fue sencillo, pues los partidos solían cruzarse con sus obligaciones académicas. Sin embargo, con organización y apoyo institucional logró equilibrar ambas responsabilidades. Esa experiencia lo llevó a valorar la importancia de administrar bien el tiempo, un consejo que hoy comparte con quienes sueñan con seguir el camino del arbitraje. 

Su trayectoria es testimonio de resiliencia: un hombre que transformó una lesión en un nuevo horizonte, que halló en el silbato una forma distinta de vivir su pasión y que, al mismo tiempo, convirtió cada experiencia en lección tanto para sus estudiantes como para quienes comparten con él la cancha de la vida.

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