Sumérgete en el corazón del barrio Los Muiscas: Una noche en la cantina “2D”
Adentrarse en sus puertas es sumergirse en un mundo paralelo, donde el reloj parece detenerse y cada risa lleva consigo el peso de los años de la tradición estudiantil. ¡Acompáñanos y se cantinero por una noche! (Foto: David Gómez).
Las primeras horas de trabajo transcurrieron bastante tranquilas. Durante este tiempo, realizamos diversas tareas como barrer el local, trapear el suelo, arreglar las mesas, organizar los envases vacíos por proveedores y apilar canastas. Una vez terminadas las labores. Smith, un chico alto y barbado, amigo de Diego y mesero recurrente del bar, aprovechó para compartir un poco sobre su vida personal, como sus gustos futbolísticos...
Sumérgete en el corazón del barrio Los Muiscas: Una noche en la cantina “2D”
Por: David Felipe Gómez Ortiz, estudiante de Comunicación Social, UdB.
En la zona norte de Tunja, dentro del centro comercial Casa Vieja, entre murmullos de estudiantes se escucha: “vamos a 2D”. Se trata de una cantina que ha resistido el pasar de muchas noches locas, como un monumento a la tradición y la camaradería. Adentrarse en sus puertas es sumergirse en un mundo paralelo, donde el reloj parece detenerse y cada risa lleva consigo el peso de los años de la tradición estudiantil. ¡Acompáñanos y sé cantinero por una noche!
Llegamos a las 4 de la tarde, hora de inicio del trabajo. Al entrar, se podía percibir el distintivo aroma a madera y cerveza impregnando el aire, todo envuelto en un silencio absoluto. Diego Esteban León Castillo, uno de los propietarios, se encargó de recibirnos. Es un hombre de apariencia delgada y estatura media, vistiendo con elegancia y distinción. Su sonrisa es notable, transmitiendo tranquilidad y serenidad. Él nos explicó la disposición de las mesas, los tipos de bebidas disponibles, sus precios y las promociones o descuentos vigentes. La capacitación duró aproximadamente una hora.
Las primeras horas de trabajo transcurrieron bastante tranquilas. Durante este tiempo, realizamos diversas tareas como barrer el local, trapear el suelo, arreglar las mesas, organizar los envases vacíos por proveedores y apilar canastas. Una vez terminadas las labores. Smith, un chico alto y barbado, amigo de Diego y mesero recurrente del bar, aprovechó para compartir un poco sobre su vida personal, como sus gustos futbolísticos. Nos dijo: "Soy fanático del equipo más bonito de la historia, el Barcelona". También nos habló de su amor por el vallenato, pero no cualquier vallenato, sino el llamado vallenato corta venas. Nos dijo: "Esta música me da sed de la peligrosa". En ese momento, pudimos apreciar que era una persona sociable y que contribuía a crear un buen ambiente laboral.
Con el transcurso de las horas, las personas fueron llegando al bar. La primera mesa que atendí fue ocupada por una pareja de estudiantes de la Universidad de Boyacá, un chico moreno y tatuado y una chica rubia de piel blanca y ojos verdes claros muy llamativos. Smith me advirtió: "Ellos vienen seguido. Pero, David, no vayas a hablar con la chica porque su novio es muy celoso". Me dirigí a ellos, el joven me pidió dos Águilas. Luego, el chico levantó la mano pidiendo otras dos, y así sucesivamente en dos ocasiones más. Todo transcurría sin problemas hasta que, en un momento dado, la chica me llamó. No sabía cómo actuar; no quería despertar los celos del joven, así que fingí no escucharla. En mi mente, imaginaba que si él se enteraba, podría ocasionar problemas e incluso llegar a golpearme, poniendo fin a mi experiencia laboral en el bar. Pasaron unos breves segundos y la chica se acercó a la barra. Me dijo: "Oye, ¿me puedes hacer un favor?". Con nervios y la voz entrecortada, respondí: "Claro, cuéntame". Ella pidió: "¿Me podrías poner la canción 'Un Millón de Primaveras' de Vicente Fernández?". Con una sonrisa que transmitía tranquilidad, le dije: "¡Por supuesto, eso va!". Smith me miró y preguntó: "¿Qué dijo?". Le respondí: "Quiere que le ponga una canción". Él me explicó: "David, la música aquí es muy importante; es lo que mantiene a estos chicos con ganas de seguir consumiendo".
Smith me destapó una Águila y me dijo: "Son para los nervios, pues ya son las 8 de la noche y ahora se viene lo bueno". Con el transcurso de la noche, más gente iba llegando y más cerveza se destapaba: Corona, Águila, Póker, Club Colombia, Costeña y Andina. Muchas botellas de estas marcas se vaciaban rápidamente. También me pedían mucha música, lo que complicaba llevar las botellas y, al mismo tiempo, ponerla. Estudiantes, enfermeros e incluso profesores, todos con ganas de hablar, cantar y, sobre todo, tomar. Las seis mesas de madera de Álamo del lugar se llenaron con aproximadamente más de 30 personas, conviviendo en la oscuridad que ofrecen las paredes negras de un espacio de tan solo 28 metros.
Era increíble ver cómo se formaba un coro unísono con 20 voces cantando a todo pulmón "Un osito dormilón le regalé y un besito al despedirse ella me dio", y luego dos desconocidos cantándole uno al otro "Compadre, esa mujer te está matando, no es mi culpa si no la puedo olvidar". Este estrés constante por las que pedían en las mesas, con tantas personas pidiendo diferentes cervezas, ocasiona un caos, pero era un caos hermoso, donde parecía que el mundo se detenía y los problemas, parciales, trabajos o entregas no existían. Mejor dicho como dijo un cliente: "Esto es la verdadera felicidad".
Al final de la noche, cuando las luces se desvanecen y los últimos clientes se despiden, nos quedamos con el eco de las risas y los susurros en nuestros oídos, como si del mismo cuento de Cenicienta habláramos, a las 12 en punto de la noche la magia se acabó. En la cantina 2D, cada noche es una historia nueva, llena de sorpresas y momentos inolvidables. Y así, entre el bullicio del barrio y el calor de la camaradería, encontramos un hogar lejos de casa, donde la verdadera felicidad espera en cada rincón.