Más allá del duelo verdadero
Hay personas que enfrentan el duelo como un aspecto positivo y demuestran fortaleza, quisiera ser una de ellas... por eso les contaré mi proceso cuando perdí al primer familiar que consideraba como una mejor amiga. (Imagen: Freepik)
Suelo hablar mucho del duelo que hay después de perder a un ser querido, tal vez es porque tengo la idea de que así podría llegar a asimilarlo por completo, pero todos sabemos que nunca va a ser así, porque cuando se ama demasiado es complicado dejar ir.
Más allá del duelo verdadero
Por: Lizeth Mariana Sánchez Forero
¿Por qué nunca se habla de muerte? En los diferentes escritos nos damos cuenta de que este tema no es común, no sé si por miedo o porque las personas prefieren vivir el día a día para no pensar en el final. Lamentablemente, en mi caso es distinto, suelo hablar mucho del duelo que hay después de perder a un ser querido, tal vez es porque tengo la idea de que así podría llegar a asimilarlo por completo, pero todos sabemos que nunca va a ser así, porque cuando se ama demasiado es complicado dejar ir.
Aunque, siendo sincera, hay personas que enfrentan el duelo como un aspecto positivo y demuestran fortaleza, quisiera ser una de ellas, más no una mujer un poco débil, por eso les contaré mi proceso cuando perdí al primer familiar que consideraba como una mejor amiga.
Mi tía era una mujer demasiado dulce, yo estaba la mayor parte del tiempo con ella, ya que llegaba a su tiendita a saludarla y, por supuesto, también aprovechaba la situación para coger uno que otro dulcecito, como 10 aproximadamente.
Para mí se convirtió en una rutina la cual disfrutaba como si fuera lo mejor. Hasta que un día, la tristeza se reflejó en el rostro de mi madre, que también cuidaba mucho de mi tía. Así, llega el momento menos inesperado y más doloroso, observar a una persona que se va desboronando poco a poco, es lo peor que le puede pasar a un individuo, ya que ni por más tratamientos que le realicen, se va a curar, aún más cuando se indica que es un cáncer terminal.
En ese instante yo suponía que todo era una pesadilla que pronto iba a acabar, pero la realidad no fue esa, me dieron la noticia de que ella había fallecido. Dicen que el corazón no duele, pero yo sentía que se me iba a salir del desespero que me consumía, quisiera estar exagerando, pero no es así.
Nadie habla del dolor físico que se siente, es como si estuvieras enfermo desde la cabeza hasta la punta de tus pies, lo emocional no se queda atrás, no tienes ganas de seguir con tu vida, porque te quitan un gran motivo de tu felicidad. Aunque, estoy segura de que todos preferimos sentir esos dolores a ver a tu persona sufriendo tanto que sólo desea morir.
“La vida tiene que seguir”, era lo que me repetía todos los días porque no hay de otra, es quedarte en la pena o avanzar para lograr lo que tanto anhelabas y le contabas a esa persona. Todo es un proceso. Lo que es cierto es que no se debe minimizar un duelo porque nosotros nunca sentimos lo de la otra persona. El caos que cada uno lleva adentro es necesario: tener negación, ira, depresión y, en su momento, una posible aceptación.
El duelo no se trata de olvidar, es una situación imposible porque por más de mil intentos, nunca lo lograremos. Se trata más de aprender a llevar el vacío inmenso que deja la persona amada. Cada recuerdo, sonrisa, alegría, tristeza y regaño nos recuerda el impacto que la persona tendrá por siempre en nuestra vida.
Todos sabemos que no existe una fórmula universal para el dolor, cada persona lo vive a su manera única, eso lo hace bien, ya que todos tenemos un ritmo y nuestras propias estrategias emocionales; esto se dice a raíz de la experiencia. El proceso puede ser desgarrador, se siente que no hay forma de recuperarse y volver a ser la misma; sin embargo, el duelo también puede ser una oportunidad para crecer y entender lo fuerte que podemos llegar a ser, tanto que no lo sabíamos.
Con el tiempo, aunque nunca dejamos de extrañarlos, aprendemos a llevar ese amor en nuestro corazón de una manera diferente y más profunda. Comenzamos a honrar la memoria de quien se fue, a través de nuestras acciones. En mi caso, esto significa ser más gentil, no tener miedo de amar con pasión y ayudar a las personas que más lo necesitan.
Nos damos cuenta de que su legado no se pierde, nosotros somos los encargados de ver que sigue vivo en cada gesto, en cada decisión y en cada sueño que tratamos de alcanzar porque de alguna forma son el motivo principal de seguir adelante.
Están presentes, no como un peso, sino como una fuente de inspiración. Nos impulsan a ser mejores para llegar a ser personas con gran corazón, justo como ellos.