¿Estamos acabando con el planeta mientras nos transportamos?

Fecha de Publicación
Mayo 16 de 2022
Categorías:
Comunicación Social
Tomado de : https://www.autonocion.com/historia-autobus-escolar-amarillo/

Tomado de : https://www.autonocion.com/historia-autobus-escolar-amarillo/

Decía Joaquín Araújo “La tierra ama nuestros pies, pero teme nuestras manos.” Caminemos por ella y no la dañemos.

La huesuda es gaseosa. El planeta tierra está siendo envenenado día a día, por unos seres bípedos que crearon una especie de cucarrones gigantes que sueltan toxinas gaseosas día a día. Se ahoga el planeta, también los bípedos.

 

Por: Diego Ishaan Alejandro Arias González

Si los humanos usaran un medio de transporte sostenible que no produzca emisiones, al estilo de la moto deslizadora Star Wars, quizá habría espacio para pensar en que la humanidad no se extinga antes de tiempo. Pero, la humanidad, sigue siendo ingenua y torpe, pues daña y ni se da cuenta.

 

 

Contaminación
Fuente de la imagen: Moviliblog BID

 

Cuando nos obnubila el cuatro ruedas

Suele darse por cierto la inmanencia de la especie humana, algunos aseguran que estaremos ahí por los siglos de los siglos, que nada podrá detenernos o ponernos menos años de los que llegaremos a tener. Pero existe una amenaza seria, que no es externa a nosotros, ni depende de fuerzas extraterrestres. Esa amenaza son los hábitos contaminantes del ser humano.  Y hoy, me enfocaré en los hábitos de transporte, relacionados con el automóvil.

Hace unos siglos, el ser humano empezó a producir automóviles, aviones, motos y buses, que cambiaron el panorama del transporte en el mundo. En ese entonces, la implementación de vehículos con motor de combustión interna se veía como una maravillosa oportunidad de avance y desarrollo.  El combustible que tenían era la gasolina -en inglés: GAS-, un compuesto derivado del petróleo, un recurso natural no renovable. Todo pintaba perfecto y así fue. Las personas empezaron a comprar automóviles masivamente, las bombas de gasolina se consolidaron en las grandes ciudades y luego en las pequeñas, las empresas petroleras empezaron a llevar la batuta en la economía mundial y la vida del ser humano cambió drásticamente. Se consolidó una igualdad compartida en el imaginario social: “automóvil es igual a símbolo de progreso.”.

Y por ello, las ciudades tomaron otra forma. Algunas optaron por conservar la escala humana, incluyendo al automóvil como algo más en la ciudad, como Amsterdam. Pero otras, como Los Ángeles, se constituyeron en templos de concreto dedicados a las máquinas de cuatro ruedas.

Muchos pistones sin soluciones

No obstante, al crecer exponencialmente el número de usuarios de estos vehículos, las ciudades empezaron a ser rebasadas en su capacidad por sus parques automotores. El resultado: trancón o embotellamiento. Estos problemas de movilidad, comunes a muchas ciudades del siglo XXI, empezaron a ser tratados desde distintos frentes y políticas: pico y placa, restricción zonal, espacios compartidos, estímulo por el uso de la bicicleta, entre otros.

Pero estas medidas han sido solo pañitos de agua tibia, políticas instrumentales enfocadas específicamente en la movilidad de carros, más no en la movilidad de personas: dos cosas totalmente distintas. En ciudades en las que se entroniza el automóvil como configurador del espacio urbano, el ser humano ha estado en segundo plano. Y así, con contadas excepciones, seguirá por mucho tiempo. En efecto, se concibe la idea de desechar o disminuir el uso de automóviles como una locura porque Él es el rey de la urbe. Todos quieren un carro ¿o no?

Embotellamientos innecesarios

En efecto, el problema radica en saber qué afectaciones se generarán en el espacio público y en el medio ambiente, al usar uno u otro medio de transporte. Por ejemplo, con los automóviles ocupamos mucho espacio en la ciudad y también contaminamos. O, con el uso de buses tradicionales, llenamos de smoke el espacio público. Entonces, el punto de partida debe ser el interés socialmente compartido por movilizarnos de mejor forma sin ser egoístas con el futuro de la humanidad. Personalmente, no me gustaría que cuando llegue a viejo, mi nieto me preguntara: Abuelo, ¿Por qué tu generación fue tan egoísta?, ¿Por qué devastaron al planeta? Y que luego tuviera que ser irónico y responderle: “Pues por el progreso, mijo”.

 

Foto tomada por el autor: Embotellamiento en Tunja
Foto tomada por el autor: Embotellamiento en Tunja 

 

Lo que digo es que no está mal progresar y mejorar como sociedad, pero el problema es que estamos usando medios de transporte que contaminan. Entonces, indirectamente y con una complicidad inconsciente, estamos organizados socialmente para contaminar y dañar al planeta, haciendo insostenible nuestra existencia. Creo que de modo torpe, estamos propiciando el calentamiento global, estamos colaborando con el deterioro paulatino de la capa de ozono, y solemos poner nuestro granito de arena en el cambio climático.

Por esto, SERÍA MUY RAZONABLE hacer un alto en el camino y re-pensar la sociedad global en materia de transporte, porque hay que ser menos ingenuos, hacer cambios trascendentales y volvernos sostenibles y prudentes. También, el peatón, o mejor dicho, el ser humano, debe recuperar su rol protagónico en el espacio urbano. Entonces, necesitamos tumbar la tiranía absolutista del automóvil en la ciudad contemporánea, creando espacios urbanos compartidos que privilegien al peatón, que privilegien al ciclista y que propicien espacios seguros para todos estos nuevos medios de transporte que no contaminan, como el monopatín, el walk car, o sencillamente la bicicleta. Yo pido una imagen de ciudad en la que el automóvil sea algo más y no el centro de atención.
 

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